Muchos de nosotros nos expresamos sin ser conscientes del
proceso mismo de la comunicación. Esto es fácil de darse cuenta, puede usted
mismo hacer una pequeña encuesta preguntando a sus amigos más cercanos acerca
del proceso de comunicación para ver si tienen clara la dinámica del mismo y
los componentes que participan en dicho proceso. Lo más probable es que los
encuestados enmudezcan de pronto, se sonrojen o empiecen a tartamudear. Esto no
quiere decir ni es reflejo de que no saben comunicarse ya que muchas veces lo
actos inconscientes e instintivos son tan o más efectivos que los actos
aprendidos y llevados a cabo con plena consciencia. Pero esto no quiere decir
que no podamos perfeccionar el proceso de comunicación al conocerlo en detalle,
sus componentes individuales y el papel de cada una de ellas dentro del
proceso, papel que, por cierto, no es estático sino dinámico dependiendo de la
calidad del proceso de comunicación que se esté estableciendo o que se piense
establecer. Lo primero sería entender el concepto de comunicación como tal, en
palabras simples, para luego sacar la lupa del análisis. Podemos decir entonces
que la comunicación es el proceso de intercambio de mensajes que se da entre un
emisor y un receptor. Alguien habla, el otro escucha y luego se intercambian
los roles. Así de sencillo. Pero ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Por qué a veces
la gente parece no entenderse o estar hablando dos idiomas distintos? Es hora
de echar una mirada más detallada al proceso mismo antes de ensayar posibles
respuestas a estas interrogantes que todos nos hemos hecho en uno u otro
momento.
El proceso de la comunicación empieza con la gestación de
una idea que queremos comunicar. Digamos que es el total, en bruto, de lo que
queremos decir. En este punto debemos tener muy claro lo que queremos decir o
el efecto que queremos conseguir. Saber de qué vamos a hablar. El segundo paso
en el proceso de comunicación vendría a ser la codificación del mensaje, punto
tan crucial como el primero. Aquí debemos pensar más en función de nuestro
hipotético receptor pues si nuestro interlocutor es una persona de nacionalidad
inglesa que no entiende el castellano, debemos ser lo suficientemente dúctiles
para enunciar el mensaje en inglés, asumiendo que este lenguaje sea de nuestro
dominio, por citar un ejemplo extremo. Una vez que hemos codificado nuestro
mensaje de la manera más clara posible para el receptor, es hora de pasar a la
tercera etapa que sería la transmisión de nuestro mensaje a través de un canal.
Este canal puede ser oral, escrito o audiovisual, con las distintas variantes
que cada uno de estos pueda presentar. En todo caso, lo importante aquí es
asegurarse que el canal carezca de interferencias o variables que puedan afectar
y alterar nuestro mensaje original. Aquí podríamos citar el ejemplo de una
comunicación telefónica a distancia, a veces algunas palabras se pierden y esto
puede cambiar totalmente el sentido de lo que queríamos decir originalmente.
Arribamos entonces al cuarto paso del proceso de comunicación, la recepción del
mensaje. En este punto, todo queda en manos del receptor y de su disponibilidad
para recibir el mensaje. Pero no debemos cargarle toda la responsabilidad a
este, porque previamente, en los tres pasos anteriores, es responsabilidad del
emisor, darse cuenta de lo que sucede del lado del receptor, si las condiciones
están dadas para que reciba nuestro mensaje con claridad.
El quinto paso
dentro de un proceso de comunicación viene dado por la decodificación que el
receptor hará a partir del mensaje recibido. El sexto paso viene a continuación
y es de la aceptación o valoración del mensaje por parte del receptor. Aquí una
serie de variables entran en juego, variables que ya escapan al control directo
del emisor como por ejemplo los prejuicios que pueda tener el receptor, su
escala de valores, su nivel cultural y ultimadamente la opinión que pueda tener
del emisor al margen que sea fidedigna o una simple corazonada. El séptimo paso
sería el correspondiente al uso que el receptor le de al mensaje recibido y el
último paso y gran indicador de la efectividad del mensaje emitido y en última
instancia del proceso de comunicación mismo es el llamado feedback o
retroalimentación. Aquí el receptor cambia de rol y pasa a ser el emisor de un
nuevo mensaje dando inicio a un nuevo ciclo de comunicación. A su vez, el que
primero fue emisor, ahora será receptor y en ese rol podrá evaluar qué tan
efectivo fue al enunciar el mensaje primigenio.
Ahora que conocemos el proceso al detalle podemos darnos
cuenta en qué punto somos más débiles y en qué puntos somos más fuertes. Es
evidente que mientras más bagaje cultural haya de por medio en un proceso de
comunicación, mayor posibilidad de éxito habrá en el mismo. Por cierto que este
bagaje cultural debe ser más o menos común a los interlocutores para que no
queden ciertos vacíos en medio de la conversación o para que algunos mensajes
no queden sueltos dentro del proceso. Otro punto importantísimo dentro del
proceso de la comunicación viene dado por el grado de egoísmo del emisor, por
emplear algún término. En efecto, cuando el emisor da forma y enuncia el
mensaje que quiere transmitir, debe hacerlo poniéndose en el papel del
receptor, adecuar el lenguaje a las cualidades del mismo y no buscar que
adornarse sino más bien de hacer que su mensaje sea totalmente digerible para
el receptor. Ya hemos visto como una palabra mal puesta pude traer por los
suelos cualquier intento de buena comunicación, sin ir muy lejos en la política
se ven muchos ejemplos al respecto. Por lo visto, un proceso de comunicación
efectivo no es nada del otro mundo y con un mínimo de concentración puede estar
al alcance de todos nosotros.
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